Dulce monstruo de juventud
Acompañamos al fotógrafo Alberto García-Alix en una visita a su exposición. Una selección de fotografías irrepetibles y (literalmente) únicas. Nos habló de los viejos recuerdos, de sus grandes fotografías y de su revista de motos.
Jueves 5 de julio de 2018, siete y cuarto de la tarde. Nos encontramos en la puerta de la Sala Fundación Vital, donde el grupo La Milla 13 afina instrumentos. Mientras están montando su escenario a ras de suelo se acerca Alberto García-Alix, quien se acerca a ellos y les saluda. Intercambian abrazos y recuerdos mandados por amistades mutuas. Tras una pequeña charla, Alberto enfila las escaleras que dan acceso a ‘Dulce Monstruo de Juventud’, una exposición que recoge una selección personal de su obra. Saluda a los responsables del recinto y sin compañía alguna accede a una de las salas donde le contempla uno de sus autorretratos.
Viene acompañado de Pablo Sycet, pintor y amigo suyo además de ser el comisario de la exposición. «No me gusta ese término. Deberíamos empezar a buscar uno que sea más humano» nos confiesa. Mira el reloj, faltan poco más de 5 minutos para que den las siete y media. Poco a poco van llegando los invitados/as a la visita que nos ofrecerá Alberto. Se le ve tranquilo, como quien está esperando al autobús o a su turno en la cola de la caja del supermercado. Va saludando a quien se le acerca y charla con quien le comenta o pregunta algo. La primera sensación que causa García-Alix es la de un hombre cercano y alejado de cualquier halo de grandiosidad. Aunque nos encontramos ante uno de los mayores referentes de la fotografía española, su presencia es afable.
Ya estamos todos, Alberto se coloca un pequeño micrófono y nos invita a entrar a la primera sala. Evita un discurso de bienvenida vacío y frío. Directamente se lanza a enseñarnos sus obras, contándonos algunos de sus secretos. Observando esta primera sala nos encontramos algunos de los principales pilares de su obra como son las temáticas motorística, los auto-retratos o los retratos a figuras desconocidas que nunca o rara vez son vistas. Prostitutos, actrices y actores porno coinciden con motoristas o auto-retratos suyos. En medio de la sala nos encontramos con ‘Mi yo femenino’, uno de sus retratos más recordados en los últimos años.
A medida que vamos caminando, Alberto nos hace ver que una buena parte de su obra gira alrededor de sus amistades, de sus amigos y amigas y de sus novias. Mención especial para Ana Curra, musa, expareja y buena amiga suya. ‘Dulce Monstruo de Juventud’ guarda hasta 5 instantáneas de la que fue una de las figuras clave en la mítica Movida Madrileña. Después de enseñarnos esa pared en honor a Curra, García-Alix sigue la visita. A estas alturas ya conocemos su sencillez y sinceridad. Nos hace participes de la sorpresa que le genera cuando una imagen sencilla y poco trabajada o sin contexto se convierte en un referente de su obra. Alberto nos hace ese comentario en dos o tres de sus imágenes más icónicas y acaba saliéndole una risa por ello. Se le ve cómodo y eso repercute en quienes estamos a su lado. Pablo Sycet aporta comentarios y conocimientos valiosos e incluso lanza preguntas a su amigo, algo de agradecer ante un público al que no nos salen las palabras del interés que estamos mostrando ante lo que nos está comentando el artista.
Llegamos a una de las partes más impactantes de su obra, aquella que recoge los años más duros con las drogas. El fotógrafo nunca escondió sus adicciones y hasta tuvo la idea, la osadía o la valentía de auto retratarse chutándose. Alberto nos confirma que fueron años duros, llenos de pérdidas humanas que son difíciles de olvidar. Nos dice que un montón de aquella obra acabó destruida por prevención. Eran años en los que para la policía, Alberto García-Alix era un viejo conocido que podría ofrecer fotos de sospechosos habituales. «Tuve que romper muchos, muchísimos negativos. La fotografía es muy chivata«, nos apuntaba. Más tarde, y ya sin el micrófono, Alberto nos confesaba un porcentaje aproximado de lo que tuvo que destruir por precaución. Un porcentaje muy grande y que nos lo reservamos a modo de regalo del autor a quienes nos quedamos con él a darle un vistazo más informal a la sala.
La fotografía es muy chivata, apunta García-Alix
Casi al final del recorrido nos encontramos a un Alberto nostálgico que nos enseña algunas de sus primeras fotos. De pequeño formato, son especiales para el autor ya que muchas de aquellas copias son originales sin su negativo, algo que se repite en más de una ocasión en la exposición. Buena parte de las fotos expuestas en ‘Dulce Monstruo de Juventud’ son copias originales de época con más de 30 o 40 años, algo que da un valor especial.
Acabamos el recorrido y tras unas palabras de despedida, Alberto García-Alix se quita el micrófono y casi arranca una nueva visita, ahora con un grupo más reducido y con un chorrito más de cercanía y confianza. Descubrimos que intenta mimar todos los detalles que puede hasta el punto de elegir los marcos para cada una de sus obras. «Algunos marcos cantan porque son baratos. Son de los primeros años, donde no teníamos mucho presupuesto para ello» nos confiesa siguiendo de una carcajada. Nos va regalando confesiones, intimidades, visiones especiales y secretos de algunas de sus obras que nos dejan boquiabiertos. Le notamos especialmente atraido por una foto de su casa en la que vemos planos, un libro de Keith Haring o una cabeza de jabalí que era de su padre en la que descansa un precioso casco de moto antiguo. Un casco que le dejó a su novia y que esta se olvidó en algún sitio. No hay resentimiento en sus palabras, aunque se nota que echa de menos aquella pieza vintage.
Entran las primeros visitantes oficiales de la exposición y observan al autor como quien se encuentra con una celebridad. Dos o tres personas seguimos a García-Alix. Entre ellas está Rocío López, fotógrafa residente en Vitoria-Gasteiz y que comparte con Alberto la pasión por la fotografía en blanco y negro y de motos. Le enseña una edición de ‘Bikers’ (Tripulación, 1993), un trabajo del propio García-Alix. «Te hicieron un buen regalo», sugiere el fotógrafo. Esto nos sirve para darle un repaso a su pasión por el motociclismo, algo que ha estado presente desde su infancia. Su última locura fue crear la revista Motorcycle Family Circus que edita Cabeza de Chorlito, la editorial que fundó junto a Fréderique Bangerter. A medida que se va desarrollando la conversación descubrimos a un Alberto totalmente enamorado por el motociclismo.
Son más de las nueve de la noche y una locución nos avisa que es hora de cerrar. La sala se va vaciando y las luces se van apagando, pero antes pedimos a Alberto que nos regale un posado. No nos pone objeción alguna y nos dice dónde la queremos. Le llevamos frente a ‘Elena, la mujer que enseña sus botas’. Junto a la copia original existe una a tamaño gigante de más de dos metros de altura. Elena únicamente luce un corpiño y sus ya mencionadas botas. Se trata de una fotografía que sin decir nada lo dice todo. Colocamos al autor frente a su obra y la observa en silencio. Click, tenemos la foto que queríamos. Se lo agradecemos no sin tener nuestras palabras de admiración que nos salen del corazón. Nos lo agradece y nos da la mano. Cuando salga de la sala, Alberto cenará y pondrá rumbo a su hotel. Al día siguiente volverá a Madrid en moto. «¿Cómo iba a venir sino?». Ha sido una tarde inolvidable.
‘Dulce Monstruo de Juventud’ recoge un centenar de fotografías de Alberto García-Alix. Esta exposición seguirá abierta en la Sala Fundación Vital hasta el 23 de septiembre de 2018.